¡La pereza la madre de todos los vicios!
La pereza es una emoción que nos limita bastante en nuestro día a día. Cuando esta emoción nos invade, dejamos de hacer muchas cosas, tal vez tareas personales, de casa, trabajo, incluso de ocio.
Muchas veces nos decimos “¡Qué pereza! Ya lo haré luego…” y resulta que luego no lo hacemos, ni al día siguiente, y a veces incluso la semana siguiente aún no lo hemos hecho. Por ejemplo, ¿cuántos de nosotros tenemos pendiente ordenar aquella habitación? ¿Cuántos de nosotros tenemos que hacer aquella tarea del trabajo que siempre ponemos debajo del montón? ¿Cuántos de nosotros algunos días no vamos al gimnasio?, etc…
Esta emoción puede convertirse en contraproducente, pues nos puede generar apatía, falta de ganas, desidia. Y al contrario de lo que nos imaginamos, esta emoción genera una actitud que no es buena para nosotros mismos.
Además, cuanto más pospongo algo, más pesado se hace, la sensación de dificultad incrementa.
¿Qué solución tenemos?
La verdad es que la solución es muy sencilla. Lo único que tienes que hacer es no dejar que la pereza te domine. Ser tú el/la que decide sobre tu vida. Es decir, pasar a la acción.
Y, ¿cómo lo hacemos?
Dando prioridad a otros valores como el esfuerzo y la fuerza de voluntad.
A veces el balance entre pereza y fuerza de voluntad gana la pereza, pues a corto plazo el beneficio es mayor, no obstante, a largo plazo las consecuencias son contraproducentes. Pues el perjudicado es uno mismo, la autoestima se ve afectada.
Gestionar positivamente la pereza es inteligencia emocional.