Muchas madres se exigen mucho, quieren ser las madres perfectas. Desean estar en todo momento cuando su hijo se lo requiere, buscan que sus hijos no sufran, tratan de hacer todo lo posible para que sus hijos tengan buena autoestima y sean felices.
El precio de ser la madre ideal muchas veces va de la mano con dejar de ser ellas mismas, centrarse mucho en sus hijos, dejar de dedicarse tiempo para ellas y hacer lo que les gusta.
Incluso el estar en exceso y desde la preocupación a que no sufran los niños es peor, que no estar en algún momento determinado. ¿Por qué? Porque ofrecer apoyo desde el miedo y desde la sobreprotección, no aportará la solución deseada.
¿Cuál es la solución?
Escucharte, saber lo que te hace feliz, lo que te divierte y prestarte atención. Nuestros hijos aprenderán del ejemplo de una madre que se cuida y se respeta. Además cuando una madre es feliz, los hijos también son felices.
Y por último, fundamental apoyar a tus hijos en los momentos difíciles y confiar en que son capaces de superarlos.